Confesiones de invierno
Hace frio en
la ciudad y cuando lo único que tenés de abrigo son tres camperas de cuero que
calientan menos que mi horno cuando Metrogas decide que no soy digno de
disfrutar de su excelente servicio, te das cuenta que sos un cabeza de termo. Y
pobre, sobre todo pobre; y necesitás aprender cómo invertir mejor tu guita
porque sinó el próximo invierno no lo vas a sobrevivir.
Me hace pensar
en los esquimales. Gente brava y corajuda que se las arregla para hacer de una
bolsa de Rolitos un Holidays Inn cinco estrellas con conexión wifi, Direct TV y
servicio de mucama con happy ending, mientras uno lucha desenfrenadamente por
acomodar el acolchado de manera tal que tape los pies y la cara al mismo
tiempo.
Pero el frio
no es tan malo, pienso, mientras un homeless muere congelado debajo de un tacho
en el microcentro. A diferencia del calor, es manejable. Con cincuenta grados a
la sombra, no hay ventilador o aire acondicionado a veinticuatro grados que
logre calmar el incendio. Pero con el frio te tiras encima una campera, un
tapado de búfalo, al gato, a tu amigo gordo, grandote y peludo (ya habían dejado en claro que solo estaban
experimentando en la secundaria, asi que no es de homo) y más o menos la
piloteas.
El frio trae
cosas buenas también. Como cuatro cafés al día y tres úlceras por mes. Sopas
instantáneas de mix de vegetales de los que quedan en el fondo del cajón de la
verdulería, esos que el boliviano por más grande que escriba “OFERTA” en la
pizarra no vas a comprar, porque sos boludo, pero la vida algo te enseñó. Si el
kilo de papa negra te lo venden a diez pesos es muy probable que ya sean de
utilería.
Trae también ganas de no hacer nada. ¡Oh gloriosa sensación de llegar a tu casa y saber que el día terminó a las siete de la tarde y que nada de lo que suceda en el mundo exterior va a perturbar tus ánimos de estar tirado juntando polvo y dejando que los pelos de tu barba crezcan hasta niveles que cuestionan el buen gusto y las leyes de la física! (Si no tenés barba cualquier otro bello corporal está bien).
Hace frio,
pero está bien. Es ese frio bueno, el que te hace enfermar, pero no por el frio
en sí, sino porque los humanos no sabemos cómo manejarlo. Salís a la calle,
siete grados. Entrás a laburar, veinte grados. Vas a comprar un Yogurisimo con
pro vitalis acción retardante, nueve grados. Volvés a la oficina, ¡Treinta y
cinco grados! (¿¡Pará que carajos!?). Asi no hay sistema inmune que aguante. “Che flaco yo no firmé para esto. Vengo a laburar
todos los días lo mejor que puedo, pero si te la pasas cambiándome las reglas
del juego cada cinco minutos… ¿Sabés qué? Arreglate solo, chau nosvi en Disney.
¡Mononucleosis ya podés entrar!”
De chico no me
gustaba el kiwi, ahora me encanta, pero siempre me hace picar la cabeza. No
todo se supera en esta vida supongo.
(¿No sabes
cómo darle un cierre a esto, no Rata?) Eeeeemmm, BONUS TRACK LES DEJO UN
TEMA!!!!
(Charly perdoname)
El Rata
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